lunes, 9 de noviembre de 2009

La seducción


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Tú, tú, hechichera, me tienes por cómodo bocado
de tus besos, adormecido encima de tu ombligo.
Del vino de tus lagares, ebrio, atontado.
Circe, me embriagaste, me ataste
a tierra, agua, aire y fuego.

Ahora tus caricias son como licores,
neurotoxinas de deliquio, tus perfumes...
y olvidé mi casa, mi ruta, el desafío, y ¿cómo decirte no,
dáme el regreso, díme quién soy, desátame...
si me encantas?... si me tienes al pie de Tu placer terrestre,
fascinado con todos los sentidos como si fueras
ya la plenitud y no lo eres, ¿qué hiciste pues
con mi destino? La luz es como una penumbra
en la neblina de tu profundo arraigo
y en tus mares, estoy oleado
por placeres, ¿qué es Itaca, sílaba lejana?
¿es todavía Ulises / Odiseo / mi nombre?

... porque estoy encantado. Y sobre tus muslos
seguro, atacado de suaves manos
y el roce de tersa piel de tus espléndidas nalgas,
retrasado en regresar si que el regreso lo debo,
anticipado al huir, si que algún otro me rumbo
fue el mío y se llama desde el lugar que olvido...

¡Ay, cuerpo de Deseos, me gratificas
de Sur a Norte, me satisfaces en los Vientos del Este,
me arrastras a los sórdidos esplendores
de tu Occidente! Energía venérea vencíste
los poros, me sudaste, músculo por músculo,
con la gracias de tus avideces.

Eres el banquete del mediodía
y la lujuria avasallante de la noche,
vino añejo tu saliva. Salud veo en tu casa
con tus apariciones con senos descubierto,
tu vientre y su montículo peludo. Todo perfume
se exhala de tí como lavanda de luna
y jazmín, tu menstruo encendido.

Tu caricia es mi ritmo. Tu corazón en tambores.
Por tu cadera gimo de entusiasmo y verso
como un toro que piafa desde el alma,
por tu causa acosado.

En el lecho fortalezco el derrame,
porque te dejas vencer, sin desplaste
y sumada al mutuo orgasmo.

¡Ay, Circe, seductora!
Con una sonrisa me díste las prisiones.
Con amable palabra me echaste a tus pies,
herido de estocada, como en amores.
Me alcanzaste cuando no lo espera.
Como a león de mansa complascencia abriste
mis quijadas, me ataste con un collar de flores.
Simpática mujer, en recompensa material,
no te soy poco. Venus te dio el Anima
y a mí mismo me pasaste el Animus
y Yin pasivo hicíste de mi guerrero el martes.
Lo que tú anhelas te doy, no cosa del otro jueves.
Con negación de lo que yo quise
(a mi deber ya no quiero).
Deseo únicamente lo que sea tu deseo
semana tras semana, lloviendo meses
y años, y muchos días de ollas y cantares.

¡Cómo te las ingenias tú, ay no sé,
pasivo yin del Deseo
si todos tus caprichos son los que te dan
los otros, cómo, carente Venus,
con tu hermosura desatas la experiencia obligante
que enriquece, o doblega, o encorajina
para sacar el valor de adorarte,
la esclavitud de servirte!

05-02-2005 / Las zonas del carácter



Carlos Lopez Dzur

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